Por Lia Messersmith, directora del programa en el campamento

Uno de los primeros lugares que ves cuando llegas al campamento es tu cabaña. La cabaña se convierte en tu hogar durante las próximas semanas. Es un lugar para conectarse con campistas de su edad, hacer nuevos amigos y reconectarse con los viejos. La cabina es mucho más que un simple lugar para dejar tus cosas o dormir después de un día repleto de aventuras. Aprende responsabilidad con las tareas de limpieza de la cabina, aprende a resolver conflictos hablando de las diferencias con los compañeros de cabina y los consejeros. La cabaña se convierte en una pequeña comunidad intencional con el espacio para convertirla en lo que quieras que sea.

Al crecer en el campamento, sentí que la cabaña se convirtió en un espacio seguro. Era un lugar donde podía alejarme un poco del ajetreo y el bullicio del campamento y tener tiempo para mí. Es donde hice algunos amigos y recuerdos para toda la vida. Pasar dos semanas cada verano viviendo con un grupo de niños de diferentes lugares y orígenes me dio una perspectiva del mundo. Aprendí a vivir y prosperar en una comunidad intencional. El ambiente de la cabaña es una de las razones por las que volví al campamento año tras año.

Como consejero, la comunidad de cabañas te permite crecer en muchas áreas diferentes. Puede enseñarle a tener paciencia cuando tiene que hacer que los campistas se calmen y se preparen para ir a la cama. Puede enseñarte empatía mientras apoyas a los campistas que extrañan un poco su hogar. Te desafía a nuevos niveles ya que tienes que cambiar tu forma de pensar para cuidar el bienestar de los campistas día tras día. Pero todos los desafíos se combinan con algunos de los mejores momentos. Los momentos en los que hay una risa inmensa llenando la cabina. Los momentos en los que ves que tus campistas se sienten cómodos y seguros para ser ellos mismos. Estos son los momentos que hacen que la cabaña sea mucho más que un lugar para vivir.

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